Un implante dental es una raíz artificial de titanio que se coloca en el hueso alveolar del maxilar o la mandíbula y es capaz de integrarse completamente con los tejidos de la boca. Sirve para sostener una corona o una prótesis, en sustitución de dientes ausentes o deteriorados. Consta de implante dental unido al hueso, un pilar transepitelial (porción de fijación que emerge de la encía) y la corona o prótesis que recubre el pilar y queda a la vista.
Este sistema, es la opción fija, definitiva y más innovadora para reponer los dientes de por vida.
La colocación de un implante es una tarea minuciosa que debe adaptarse siempre a las características y condiciones bucodentales de cada paciente.
Por supuesto. La osteointegración (técnica quirúrgica mediante la cual un implante se conecta al hueso) es perfecta gracias al titanio. Este metal, en contacto con la atmósfera, se oxida en milisegundos y su superficie se transforma en óxido de titanio. Sucede que el óxido de titanio se comporta como un material bioinerte: esto es, que no produce rechazo. El organismo, de manera natural, rechaza cualquier cuerpo extraño, pero con el óxido de titanio no sucede esto. Por otra parte, la dureza y comportamiento de este material lo convierten en idóneo por ser muy parecido al hueso.
Son muchas las causas que pueden provocar la pérdida de los dientes y para las cuales se podrían colocar implantes dentales, pero la mayoría de los casos se pueden agrupar, a su vez, en cuatro:
Traumatismos
Un fuerte golpe en la boca puede arrancar piezas dentales o causarles tanto daño que este sea irreparable y sea preferible la extracción. Además de causas ajenas a nosotros, como un accidente de tráfico o un golpe brusco, podemos ser nosotros mismos la causa de dicho traumatismo. Muchas personas utilizan los dientes para sujetar peso, abrir botellas, bolsas, etcétera.
Patologías como el bruxismo (ese hábito inconsciente de rechinar los dientes) puede provocar un exceso de presión sobre las piezas dentales, y provocar fracturas dentales o pérdidas de piezas.
Edad
Con el paso de los años, tanto el tejido de las encías como las piezas dentales se van desgastando y es relativamente común que se pierdan piezas.
Periodontitis
Esta enfermedad causa una inflamación de las encías que desemboca en una pérdida dental al no haber suficiente sujeción.
Otras patologías
Ciertas enfermedades crónicas pueden conllevar la pérdida de piezas dentales. Es común en la diabetes, pero también en casos de cáncer, osteomielitis (inflamación de la médula ósea y el hueso), enfermedades autoinmunes…
Por supuesto que la estética juega aquí un papel importante: la pérdida de un diente puede afectar, y mucho, a la autoestima de quien lo sufre. Para algunas personas llega a ser traumático. Sin embargo, más allá de ese papel de cuidado de la imagen, hay algo más perentorio: la salud digestiva. La falta de dientes impide la correcta masticación y no iniciar bien este proceso puede derivar en otras afecciones, como gastritis y demás dolencias estomacales. La función de los dientes es, pues, esencial en el proceso de la digestión y recuperar dicha función cuanto antes es necesario.
Hay, además, otra razón para realizar implantes dentales. Los dientes sanos tienden a moverse y a ocupar el hueco que dejan los dientes que se han perdido. Esto es: se convierten en candidatos a desaparecer. Con los implantes dentales, este riesgo desaparece, ya que ayudan a los dientes a permanecer en su sitio.